Expresión utilizada inicialmente en Europa a mediados de los años sesenta, particularmente en Francia y Bélgica, para designar un conjunto de acciones dirigidas a generar procesos de participación de la gente, tendientes a la dinamización del cuerpo social. Actualmente el término es utilizado en otras realidades, entre ellas algunos países de América Latina, sin que ello implique una copia o imitación de las técnicas sociopedagógicas utilizadas en Europa.
La animación sociocultural nace como una forma de promoción de actividades destinadas a llenar creativamente el tiempo libre, corregir el desarraigo que producen los grandes centros urbanos, evitar que se ahonde aún más la brecha o fosa cultural existente entre diferentes sectores sociales, desbloquear la comunicación social mediante la creación de ámbitos de encuentro que faciliten las relaciones interpersonales, alentar las formas de educación permanente y crear condiciones para la expresión, iniciativa y creatividad de la misma gente. Sin embargo, ya entrada la década de los noventa, ha disminuido el impulso de estos programas; en el caso de Francia (país donde llegó a su más alto desarrollo teórico, programático y metodológico), hoy no saben qué hacer con los animadores ya formados.
También se han producido cambios en la concepción y la práctica de la animación; así, por ejemplo, si antes se hablaba de «llenar creativamente el tiempo libre», ahora se pretende que éste «no sea alienante». Por otra parte, ya no suscita el mismo entusiasmo en cuanto a los propósitos de la renovación social, al tiempo que es cuestionada por toda una corriente de pensamiento que considera prioritarias las actividades de gestión cultural sobre las de animación.
Actualmente, la acción y el dinamismo que se pueden generar utilizando las técnicas de animación no están orientadas a la transformación de la realidad social ni a sacudir la atonía del cuerpo social, pero sigue siendo un importante medio para incidir sobre las situaciones y relaciones sociales sobre todo en aquella donde los sistemas de relación y comunicación están desorganizados.
Ahora bien, ceñidos a lo que hoy es la práctica de la animación, esta puede considerarse desde tres niveles diferentes:
- Como una de las metodologías de intervención social
- Como una de las formas de acción dentro de la política cultural
- Por sus funciones específicas
La animación sociocultural es una de las metodologías de intervención social y en cuanto tal, se define como una tecnología social. Igual que todas las tecnologías, tiene un fundamento científico o una apoyatura teórica que – en el caso de la animación – toma prestado de las ciencias sociales en general, o si se quiere decir de manera más amplia, de las ciencias humanas.
Como toda tecnología social, se trata de medios y procedimientos más o menos estandarizados que indican «cómo hacer» determinadas cosas de cara al logro de ciertos propósitos, metas y objetivos. Los métodos y técnicas de la animación se apoyan en una pedagogía participativa, lo que supone, a su vez, la búsqueda de autogestión como forma de organizar el trabajo cultural. De ahí que el principio básico de la animación es el de que las actividades sean participativas.
También la animación puede considerarse como una forma de acción dentro de la política cultural. Desde los años sesenta, la política cultural es asumida como nueva responsabilidad de los Estados. Como consecuencia de la emergencia de esta preocupación, se ha ido perfilando un conjunto de acciones de los poderes públicos que se han llamado con el nombre genérico de la política cultural.
Dentro de estas acciones propias de la política cultural, se distinguen las actividades de difusión cultural, de promoción cultural, de gestión cultural y de animación sociocultural. Sin embargo, cabe advertir que no toda política cultural incorpora la animación como parte o modalidad de sus formas de acción. Las concepciones más o menos elitistas de la política cultural no incorporan entre sus acciones aquellas que son propias de la animación. En sentido contrario, toda política cultural de signo progresista que quiera generar procesos de participación de la gente, no puede llevarse a cabo sin programas de animación.
Un tercer nivel de análisis acerca de lo que es la animación, es considerarla desde el punto de vista de sus funciones en cuanto forma de intervención social. Hay quienes afirman que no existe nada sustantivo que se pueda llamar animación sociocultural; se trataría de una abstracción o rótulo para designar ciertas actividades sin función definida. Pero si observamos qué hacen los animadores, y sobre todo, cómo lo hacen, encontramos algunas funciones que parecen ser específicas de este quehacer, tales como las de promover, alentar, animar a la gente, despertar inquietudes, alentar a la acción… , en fin, hacer brotar potencialidades latentes en individuos, grupos y comunidades. Sin embargo, si queremos llegar a la quintaesencia de lo que es la animación sociocultural, conviene tener presente dos cuestiones que la caracterizan:
- La forma de actuar define más a la animación que los contenidos específicos;
- La actitud con que se llevan a cabo los proyectos y el modo de emprender las actividades son más importantes que el contenido material de los mismos.
No es un sector cultural o social lo que caracteriza su especificidad, sino un modo de hacer. Por eso la animación sociocultural no tiene tanto la finalidad de promocionar y difundir la cultura – eso también lo hace -, si no la de promover el conjunto de prácticas y actividades destinadas a generar procesos de participación cultural en el mayor número posible de personas.