De la profesionalidad

Hoy me ha llegado este mensaje de parte de la responsable municipal que ha contratado a El Taller ASC el desarrollo del Campamento Urbano de Antroxu (Carnaval)

 

¡¡Y que alegría recibirlo!! Es un placer ver que reconocen nuestro trabajo, tanto en QUÉ y CÓMO lo hacemos: Mi labor (en esta ocasión de planificación y gestión) y el de las monitoras que llevaron a cabo la acción directa (esto es un triunfo de equipo)

Esto me llevó a pensar en la profesionalidad. En cuánto la exigimos y lo poco que la reconocemos (bueno, hoy no, que nos lo han dicho jajaja) Así que me puse a rebuscar sobre ella en un libro para profesionales de la educación.

Aquí os dejo un resumen.

 

Profesionales y la profesionalidad

Profesionales: grupos de personas que, por tener unos conocimientos y habilidades específicos, son conocedoras en un determinado campo de la actividad humana y ofrecen un servicio a los demás por medio de una relación laboral institucionalizada. Es decir, poseen conocimientos y habilidades en un área concreta del saber y de la acción, que no están al alcance del público en general

Ser un profesional en cualquier área, deja huella en la propia identidad personal: el o la profesional sabe que forma parte de una tradición laboral que le sostiene y asume con responsabilidad su tarea.

Para ser buen profesional hay que:

  • Ser competente desde el punto de vista técnico
  • Ser capaz de asumir las responsabilidades éticas que conlleva el ejercicio de la profesión.

La profesionalidad describe la calidad de una práctica laboral. Se trata de la cualidad que distingue a buenos profesionales, y define y articula las virtudes y el carácter de los miembros de la profesión.

Exige a la persona trabajadora un modo de actuación acorde con la naturaleza propia de la profesión, con el código ético que sustenta esa actividad y con las expectativas sociales, de manera que se pongan al servicio de la sociedad los propios conocimientos, habilidades y la experiencia que se posee.

El ejercicio de la profesión puede considerarse desde dos perspectivas:

  • Externa: asociada a nociones como autoridad, poder, control social, etc. Se aproxima a la concepción hegemónica de la profesión.
  • Interna: se subrayan las actitudes, comportamiento, autonomía del profesional, etc.

Si solo se considera la perspectiva externa, la profesionalidad se reduce a la retórica de los miembros de una ocupación para alcanzar un estatus. Se olvidan elementos esenciales como las cualidades que definen y articulan la calidad y el carácter de las personas que actúan en un grupo.

Para realizar cualquier oficio con profesionalidad se debe desempeñar con un alto grado de responsabilidad:

  • Por respeto a a la propia persona profesional, como respuesta a la identidad o vocación profesional.
  • Por amor al trabajo bien hecho.
  • Por las consecuencias que se derivan de su trabajo en servicio a los intereses comunes.
  • Por coherencia a la justicia y respeto al marco civil e institucional en el que se inserta la profesión.

 

¿Y tú qué piensas de la profesionalidad? ;O)

 

Fuente: Deontología para profesionales de la Educación. García Amilburu, María / García Gutiérrez, Juan. Editorial: RAMON ARECES; Año de edición: 2012

 

La Teoría de los tres círculos

En todo el proceso comunitario aparece básica la Teoría de los Tres Círculos que sistematiza, de manera concreta, el elemento de la participación. Este elemento puede ser resumido en que la participación no va relacionada con las personas, que pueden cambiar en el tiempo, sino con el proceso mismo. Es decir, la implicación de las personas a lo largo del tiempo va cambiando, pero este hecho no pone en peligro la continuidad del proceso.

Es una teoría que se deriva directamente de la práctica y de la realidad de las experiencias participativas y comunitarias y que puede ser explicada mediante los siguientes elementos:

Para que se inicie un proceso participativo, tiene que haber alguien que tome la iniciativa de ponerlo en marcha, de promoverlo. Este alguien – al que llamaremos Núcleo – tiene que garantizar la voluntad de llevar adelante la iniciativa y de asegurar el trabajo mínimo inicial para ponerla en marcha: Círculo nº 1 de los promotores de la iniciativa.

Sin embargo, por las características mismas de la iniciativa, el Núcleo tiene que dirigirse a mucha más gente, invitándola a participar. Frente a esta propuesta de participación sólo puede haber tres tipos de respuesta posibles:

a. Personas que comparten la iniciativa y la van a apoyar totalmente. De hecho, pueden formar parte del mismo Núcleo, es decir, del Círculo nº 1.

b. Personas que comparten la iniciativa pero que pueden participar en ella sólo de manera puntual, parcial, provisional, etc. (es decir, no de manera total). Todas estas personas van a formar parte del Círculo nº 2, es decir, el Círculo de las colaboraciones parciales. Si no hubiese Núcleo, su participación –puntual o parcial, etc.- no podría realizarse. Sin embargo, existiendo el Núcleo, su colaboración resulta muy importante, y de hecho permite el desarrollo del proceso.

c. Personas que no quieren o no pueden participar (los motivos no interesan). Constituyen el Círculo nº 3, al que llamaremos Círculo Informativo, ya que el Núcleo informará a estas personas durante todo el proceso, con la idea de que las situaciones cambian y personas, que han negado su participación en un momento inicial, pueden cambiar de opinión y pasar al Círculo nº 2 o, incluso, al mismo Núcleo.

trescirculos

Naturalmente esto requiere que el Núcleo no se limite a una invitación e información iniciales, sino que las mantenga en el tiempo. En todo proceso participativo se puede participar en cualquier momento del mismo.

Todo esto nos hace comprender que:

Los tres círculos, en realidad son abiertos. Hay movimiento de entradas y salidas en ellos. Es decir: hay personas que empiezan en el Núcleo y luego, por diferentes motivos, pueden pasar al Círculo 2 o, incluso, al 3. Y viceversa.

El proceso necesita de un flujo informativo constante y con el mismo contenido para todo el mundo, para asegurar que los movimientos internos a los tres círculos no produzcan fallos en el proceso mismo, ya que personas escasamente informadas no podrían asegurar la correcta continuidad del proceso.

Esta teoría permite comprender que lo importante es la continuidad del proceso participativo, no la continuidad de las personas. Para ello hay que recordar que las situaciones –subjetivas y objetivas, internas y externas- cambian, y que este es un hecho natural, normal. Pero la metodología tiene que garantizar la continuidad del proceso más allá de las mismas personas. Incluso, desde un punto de vista de salud democrática, en general es bueno que haya un recambio de las personas, y que los cargos o papeles que cada uno puede cubrir en un determinado momento no se eternicen de manera vitalicia.

FUENTE: Fuster, J. B., & Romero, C. G. Hagamos de nuestro barrio un lugar habitable.

¿Cuándo se nos olvidó lo que era ser joven?

Una de las preocupaciones que tengo como profesional es llegar a convertirme en uno de esos que dicen «esta juventud de ahora…» y ponerme a cuestionarla.

Desde que empecé a participar en el movimiento asociativo, con 17 años; o en mis primeros trabajos como animador, era fácil combatir el adultocentrismo, la moralina o el paternalismo que «los y las mayores» nos querían imponer. De joven para jóvenes y reivindicando a las personas adultas, resultaba sencillo (visto con el paso de los años, claro)

Ahora bien, creo que a medida que pasan los años, y vamos creciendo (por suerte) se nos plantea un reto aún más importante: No olvidarnos de lo que supone ser joven.

Esta última semana he colaborado en varios proyectos relacionados con la juventud, dónde esta era la protagonista:

  • Seminario sobre trabajar con adolescentes y jóvenes los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las problemáticas del sur, organizado por Acción Sin Fronteras.

Una jornada dónde se quería trabajar CON la juventud para que fuera esta quien OPINARA cómo trabajar los ODS con su propio colectivo. Y vaya si opinaron, cuestionaron y propusieron.

Por cierto, dentro del seminario contamos con una brece charla de Juan F. Berenguer de Trabajar con jóvenes que fue oro puro. Tengo claro que a él no se le ha olvidado lo que es ser joven, y menos aún como trabajar con la juventud.

El culmen de la varios meses de formación en centros educativos de la ciudad, dónde cuatro equipos de jóvenes se prepararon para debatir, a favor o en contra según tocara, si la salud mental seguía siendo un tema tabú para la juventud. No os imagináis que nivel, educación, originalidad y respeto para exponer el tema.

Tercera jornada (las otras centradas en empleo y vivienda) para recoger preguntas elaboradas por personas jóvenes para después realizarlas a personas con responsabilidad e gobierno. Cuando das espacio, las personas preguntan…

¿Semana intensa eh?, si, pero muy gratificante. Porque un montón de gente joven ha expresado su opinión, como ha querido, con su vocabulario y dando valor a aspectos, que «los y las mayores» puede que no demos importancia.

Siempre que me toca trabajar con juventud procuro hacer «examen de conciencia» de no prejuzgar, de no intentar verlo desde la perspectiva «que sabrás guaje…» haciendo sus opiniones de menos por su corta edad, buscando siempre respetar que es SU momento.

Supongo que por eso, cada dos por tres, escribo de la importancia de reconocer el potencial de la juventud, cómo puede verse en el blog:


No soy joven, y por mucho que empatice hay una barrera biológica, temporal y social que me separa de la chavalada, pero siempre intento recordar lo que era serlo; sobre todo para poder trabajar con la juventud de la mejor manera posible.

Para ello suelo recordar lo que pasaba por la cabeza al Pablo «guajete» adolescente, aquí os lo presento:

pi

Año 2002… 16 años, muy flipado y con problemas para combinar colores jajaja

A ese chaval que veis ahí:

  • Le jodía que le dieran la chapa (vete al grano, no me cuentes de más)
  • Valoraba la amistad pila (a tope, eran los que me entendían)
  • Quería salir de fiesta para divertirse y pillar (ligar)
  • Odiaba madrugar, y se iba a estudiar cagándose en todo por las escaleras.
  • La noche molaba. Leer comics o libros, ver películas, chatear…
  • Piraba (hacer pellas, saltarse la clase) todo y más porque con llegar y vomitar en el examen valía para aprobar (en 1 º de bachiller le falló el sistema… y repitió)
  • Había que cambiar el mundo y había causas que motivaban (¡No a la guerra de Iraq!)
  • No entendía que las personas «mayores» tuvieran toda la razón solo por ser «mayores»
  • Odiaba los ultimátum, el paternalismo y el «esto siempre se ha hecho así» (y sigue, sigo haciéndolo)
  • Se flipaba cuando, las pocas veces que iba a clase, esta era diferente. Alguna charla de tú a tú, cine, visita interesante… cosas más allá de la clase magistral y el proyector de transparencias (de aquella los cañones eran brujería…)
  • No tenía ni puta idea de qué quería ser de mayor (años después, escogió formación profesional y ASC, porque sonaba bien. La decisión por azar más afortunada de su vida)

Y muchas más…

Por supuesto no puedo tratar a toda la juventud como el joven que yo he sido, teniendo en cuenta además que mi juventud, no es la misma que se vivió después, o la que se vive ahora. Pero si que uso esto como brújula para recordar cómo tratarla.

En ocasiones me equivoco, claro, pero creo que es muy sano «repasarse» de vez en cuando.

Así que gente de la política, entidades, centros educativos… todas esas personas que trabajamos con jóvenes ¿Cuándo se nos olvidó lo que era ser joven? ;O)