Una de las preocupaciones que tengo como profesional es llegar a convertirme en uno de esos que dicen «esta juventud de ahora…» y ponerme a cuestionarla.
Desde que empecé a participar en el movimiento asociativo, con 17 años; o en mis primeros trabajos como animador, era fácil combatir el adultocentrismo, la moralina o el paternalismo que «los y las mayores» nos querían imponer. De joven para jóvenes y reivindicando a las personas adultas, resultaba sencillo (visto con el paso de los años, claro)
Ahora bien, creo que a medida que pasan los años, y vamos creciendo (por suerte) se nos plantea un reto aún más importante: No olvidarnos de lo que supone ser joven.
Esta última semana he colaborado en varios proyectos relacionados con la juventud, dónde esta era la protagonista:
- Seminario sobre trabajar con adolescentes y jóvenes los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las problemáticas del sur, organizado por Acción Sin Fronteras.
Una jornada dónde se quería trabajar CON la juventud para que fuera esta quien OPINARA cómo trabajar los ODS con su propio colectivo. Y vaya si opinaron, cuestionaron y propusieron.
Por cierto, dentro del seminario contamos con una brece charla de Juan F. Berenguer de Trabajar con jóvenes que fue oro puro. Tengo claro que a él no se le ha olvidado lo que es ser joven, y menos aún como trabajar con la juventud.
- Final de la IV Liga de Debate Escolar de Gijón.
El culmen de la varios meses de formación en centros educativos de la ciudad, dónde cuatro equipos de jóvenes se prepararon para debatir, a favor o en contra según tocara, si la salud mental seguía siendo un tema tabú para la juventud. No os imagináis que nivel, educación, originalidad y respeto para exponer el tema.
- Jornadas de diálogo con la juventud asturiana (sobre salud y ocio), desarrolladas por Identidad para ellos y ellas.
Tercera jornada (las otras centradas en empleo y vivienda) para recoger preguntas elaboradas por personas jóvenes para después realizarlas a personas con responsabilidad e gobierno. Cuando das espacio, las personas preguntan…
¿Semana intensa eh?, si, pero muy gratificante. Porque un montón de gente joven ha expresado su opinión, como ha querido, con su vocabulario y dando valor a aspectos, que «los y las mayores» puede que no demos importancia.
Siempre que me toca trabajar con juventud procuro hacer «examen de conciencia» de no prejuzgar, de no intentar verlo desde la perspectiva «que sabrás guaje…» haciendo sus opiniones de menos por su corta edad, buscando siempre respetar que es SU momento.
Supongo que por eso, cada dos por tres, escribo de la importancia de reconocer el potencial de la juventud, cómo puede verse en el blog:
- 2011: Los jóvenes de hoy en día… Una entrada con referencias sobre el discurso de la juventud «que poco caso hacen» con citas de más de 2000 años.
- 2020 (febrero, pre COVID19): Son jóvenes, no imbéciles. Contando los temas de los que querían hablar los y las participantes de la formación en la liga de debate escolar.
- 2020 (junio, pandemia COVID19): Demonizando a la juventud (de nuevo, para variar). En plena pandemia no podía faltar culpar a la juventud…
No soy joven, y por mucho que empatice hay una barrera biológica, temporal y social que me separa de la chavalada, pero siempre intento recordar lo que era serlo; sobre todo para poder trabajar con la juventud de la mejor manera posible.
Para ello suelo recordar lo que pasaba por la cabeza al Pablo «guajete» adolescente, aquí os lo presento:
Año 2002… 16 años, muy flipado y con problemas para combinar colores jajaja
A ese chaval que veis ahí:
- Le jodía que le dieran la chapa (vete al grano, no me cuentes de más)
- Valoraba la amistad pila (a tope, eran los que me entendían)
- Quería salir de fiesta para divertirse y pillar (ligar)
- Odiaba madrugar, y se iba a estudiar cagándose en todo por las escaleras.
- La noche molaba. Leer comics o libros, ver películas, chatear…
- Piraba (hacer pellas, saltarse la clase) todo y más porque con llegar y vomitar en el examen valía para aprobar (en 1 º de bachiller le falló el sistema… y repitió)
- Había que cambiar el mundo y había causas que motivaban (¡No a la guerra de Iraq!)
- No entendía que las personas «mayores» tuvieran toda la razón solo por ser «mayores»
- Odiaba los ultimátum, el paternalismo y el «esto siempre se ha hecho así» (y sigue, sigo haciéndolo)
- Se flipaba cuando, las pocas veces que iba a clase, esta era diferente. Alguna charla de tú a tú, cine, visita interesante… cosas más allá de la clase magistral y el proyector de transparencias (de aquella los cañones eran brujería…)
- No tenía ni puta idea de qué quería ser de mayor (años después, escogió formación profesional y ASC, porque sonaba bien. La decisión por azar más afortunada de su vida)
Y muchas más…
Por supuesto no puedo tratar a toda la juventud como el joven que yo he sido, teniendo en cuenta además que mi juventud, no es la misma que se vivió después, o la que se vive ahora. Pero si que uso esto como brújula para recordar cómo tratarla.
En ocasiones me equivoco, claro, pero creo que es muy sano «repasarse» de vez en cuando.