Este relato, viene de la época del TASOC (cuando estudiaba Animación Sociocultural) y fue Premio del Concurso del IES Roces de Relatos Navidad 2005.
Aunque el testimonio que quedea en el instituto es el siguiente:
«Los Village People, pseudónimo de cuatro alumnos del TASOC (Diego, Jorge, Pablo y Lucía) han ganado el único premio. El tema propuesto era «La convivencia». Enhorabuena.»
La realidad es que solo lo escribió una persona, Diego Castedo, digamos que el chaval siempre fue muy creativo, y nos presentamos en grupo de «forma voluntaria». Así que ahora que he rescatado el relato, lo cuento como fue, y le doy, por verdad y por derecho, su completa autoría.
MONOPOLYCRACIA
-¡A comer! ¡La cena está lista!
En ese momento Fernando supo que debía salir corriendo en dirección a la cocina, con lo que dejó la sala de juegos patas arriba. Lo que no sabía era que en cuanto cerrara la puerta, para que mamá no viera el desorden, algo fantástico iba a ocurrir.
Cuando ya todos los miembros de la familia estaban dormidos, dentro del cuarto de juguetes, las fichas de los juegos cobraron vida.
Todas las fichas de «Juegos Reunidos» empezaron a despertar y a darse cuenta del desorden que reinaba en el cuarto ya que ninguna estaba en su cama.
-¿Pero qué ha pasado aquí? Exclamó una de las fichas negras de la ruleta.
-La madre de Fernando está muy apurada haciendo la cena y no ha ordenado a ese «pequeño diablo» que nos recoja- Respondió cada vez más enfadado un pequeño peón blanco del ajedrez.
De repente, abriéndose paso entre los barcos de hundir la flota que gritaban a coro « ¡A pique el portaaviones!», apareció muy alterado el seis doble del dominó, para dar la noticia al resto de fichas de que la ficha roja del parchís había desaparecido. Pero, con la fiesta que habían montado las fichas verdes del parchís en la posada de la oca, nadie se enteró de la noticia, excepto las fichas amarillas.
Y es que la fiesta de «Juegos Reunidos» había sido la más animada en muchos años. El desorden provocado por Fernando hizo que se entremezclasen todas las fichas. Hubo un intercambio alegre y amistoso entre las distintas fichas, la torre de ajedrez contó veinte cada vez que comía algo, la ruleta hizo de dado y las fichas azules del parchís protegieron a la reina del ajedrez toda la noche.
– Deberíamos esperar a mañana cuando las cosas estén más tranquilas y ordenadas. Dijo una.
-Sí, pero con el caos que está montado podría correr verdadero peligro. Afirmó otra.
La discusión se alargó mucho tiempo y nadie se decidía a organizar la búsqueda.
Mientras tanto, poco a poco la ficha roja de parchís iba recobrando el sentido, descubría un lugar tenebroso y lúgubre y se quedaba horrorizada al comprobar que se encontraba en la tan temida tierra de ?Monopoly?.
Infinidad de leyendas corrían acerca de este lugar misterioso: unas hablaban de la férrea dictadura de Mr. Monopoly, que torturaba a sus súbditos, otras de la conveniencia de tener mucho dinero para el pago de sobornos a guardias corruptos que te permitirían moverte con libertad por el tablero y no acabar en la cárcel.
Un sonido de claxon alertó a ficha roja de parchís de que no estaba sola y se apresuró a apartarse a un lado de la carretera. En ese momento un maravilloso coche plateado se detuvo delante de ella y dijo:
– ¡Eh forastera! Ten cuidado por donde andas, ¿no ves que te puedo atropellar? ¡Je je je!. ¿Tú no eres de por aquí, verdad?
-No, creo que me he perdido. Al parecer Fernando ha sido especialmente desordenado esta tarde y he acabado aquí, en Monopoly ¿me equivoco?-Preguntó la ficha roja del parchís nerviosa.
-¡Oh sí!, pero no te preocupes, sé lo que dicen por ahí de la convivencia en Monopoly, pero no tengas miedo, no todos somos malos. Buscaré la forma de que vuelvas a ?¡espera! No me has dicho de donde eres.
-Sí bueno, verás… yo soy la ficha roja del parchís, cuadrante dos de «Juegos Reunidos», aunque no tengo muy claro si podré volver algún día, esto es tan extraño…
– Yo puedo llevarte donde quieras pequeñuela, el único problema es que te descubran los guardias, y ser roja no ayuda en absoluto.
De esa manera los dos se encaminaron hasta el muro frontera. Corría el rumor de que en algún punto existía una puerta al exterior. Sus temores quedaron confirmados cuando los guardias fronterizos les dieron el alto y tras un registro a fondo, encontraron a la ficha roja de parchís escondida en el maletero del coche plateado, poniendo fin así a su clandestino intento de evasión. El coche plateado y la ficha roja fueron encarcelados, uno por tráfico de fichas y la otra por no tener papeles. Como eran pobres no gozaron de ningún privilegio dentro de la cárcel y tras un juicio claramente amañado la sentencia del juez fue tajante: el exilio de la caja. Así, el coche plateado y la ficha roja vagaron y vagaron sin rumbo, pasando a formar parte de una larga lista de fichas perdidas sin explicación aparente.
Cuando Fernando se dio cuenta de que dos de sus juegos estaban incompletos, se lo dijo a su madre y ésta le aconsejó que la próxima vez fuera más ordenado, pero aún así nunca dejó de perder fichas y con el tiempo la lista de misteriosas desapariciones siguió aumentando.
El resto de las noches, en «Juegos Reunidos», se honró la memoria de la desaparecida ficha roja del parchís, todos le reconocieron su valor como pieza fundamental de la comunidad, pero el sacrificio y la buena voluntad del coche plateado quedó en el olvido por formar parte de un ?juego? donde el individuo no es lo importante.
«Los Village People».