Empecemos por reírnos de nosotros mismos y dejemos de esperar que otros lo hagan por nosotros, que sean ellos los que nos suban la moral o que sean los demás los que nos hagan reír.
La risa, aun creada artificialmente, es capaz de generar estados de ánimo que influyen no solo, en como afrontamos la vida, sino en nuestro estado de salud y en la capacidad de recuperación de cualquier enfermedad.
La risa nos ayuda a desinhibirnos a vencer los miedos y las ataduras a los convencionalismos sociales de nuestro tiempo.
Muchas veces recurrimos a sustancias como el alcohol o los fármacos, para poder mostrarnos tal como somos, ya que el cliché de persona que nos han inculcado que “debemos ser” nos va invadiendo poco a poco y nos impide ser quien somos de verdad, perdiendo nuestra verdadera identidad y la capacidad de expresar con libertad nuestros deseos y nuestro sentido de humor.
Al desinhibirnos somos capaces de mostrarnos tal cual somos, con nuestras virtudes y defectos, de aceptarnos, de querernos, de enamorarnos de nosotros mismos, mimarnos y cuidarnos con cariño y con amor.
La risa hace que rompamos esas limitaciones artificiales y que nos conozcamos en lo más profundo de nuestro “SER”.
Nos da la perspectiva adecuada para vernos tal como somos y a la vez la valentía y la energía necesaria para desarrollar nuestra personalidad y establecer los cambios que más nos convenga.
Algunos estudios han demostrado que es treinta veces más probable reír dentro de un entorno social que cuando se está solo, como demuestra el dicho “si ríes , el mundo se reirá contigo, si lloras, llorarás solo” La risa es contagiosa, como los son los bostezos; a menudo la risa en sí misma provoca que otros se rían.
Cuando alguien empieza a reír a carcajada limpia, a los pocos segundos hay siempre alguien que empieza a reír, los que están cerca comienzan a relajar los músculos de la cara y es casi seguro que acaben riendo todos, con la característica de que cuanto menos apropiada sea la carcajada, más difícil será controlarla.
Pero lo más importante es que para poder reír con los demás, primero debemos saber reírnos de nosotros mismos.
En ocasiones se ha tratado de hacer diferencias entre reír y sonreír, pero en realidad no existe ninguna diferencia básica entre ellas, solo son niveles distintos de una misma cosa; la risa es solo una sonrisa a todo volumen.