Antes de que empiece a divagar, mira esta vídeo:
Es un fragmento de la película de 1958 Las chicas de la Cruz Roja (alguna broma me han hecho con esto cuando trabajaba en esa entidad… ay)
Ahora si, al tema. Con total seguridad, te sientas identificado con el mecánico del vídeo, en que sabes cuánto vale tu trabajo, el coste que tiene y te toca las narices que cuestionen el valor del mismo. Al menos a mi, como animador, me pasa algunas veces.
Tengo que decir que tengo suerte de que quien suele ponerse en contacto conmigo para pedirme alguna propuesta, entiende, valora y apoya el trabajo que se realiza desde la ASC, pero también hay algunas personas que lo cuestionan.
Ese cuestionamiento a veces suele venir por la metodología (choca hacerlo dinámico, participativo o lúdico), algunas otras por los plazos (¿esto no se puede hacer en 30 minutos?); pero la mayor parte de las veces viene por el coste o precio que tiene.
Como creo que que eso parte desde el desconocimiento de lo que conlleva un proyecto o formación, ya que se ve el resultado final y no el proceso.
Ese proceso, conlleva entre otras cosas:
- Una clara definición de los objetivos que vamos a trabajar (para qué hacemos esto)
- El conocimiento del «público» al que nos dirigimos (dinámica de grupos, técnicas a utilizar)
- Fundamentación o marco teórico del trabajo (lectura, investigación…)
- Diseño de la acción (cómo lo vamos a trabajar)
- Selección de las actividades y recursos apropiados
- Ponerlo en marcha (tiempos, desplazamientos)
- Por supuestísimo, desarrollarlo.
- Gestionar imprevistos (lo que surja…)
- Evaluar: errores, aciertos, resultados… (la única manera de mejorar)
Cuando solicitamos «x» actividad o proyecto, no solo estás pidiendo la realización, si no todo ese proceso que os cuento, y además el «saber, saber hacer y saber ser» de las personas profesionales que lo van a llevar a cabo.
Así que coincido con el hombre de la película: No es apretar el tornillo, es la experiencia ;O)